Kali Yuga

Corre... Más rápido... Tu única oportunidad para escapar de ellos es ser más listo o más fuerte... Olvida tu fuerza física, eso no te servirá aquí.

Todos han muerto, sólo hay una salida y no es fácil.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Kali Yuga 2

©Gabriel Pastor Sánchez, me reservo todos los derechos de autor sobre la obra expuesta a continuación. 16/12/2010

Tras preparar sus camas, los tres se acostaron y se taparon. La noche era muy fría, más de lo normal, quizá la más fría desde hacía mucho tiempo. Debían de estar varios grados bajo cero, y la temperatura seguía descendiendo cada minuto que pasaba.

-Joder… Este puto frío no es normal, como esto siga así vamos a morir congelados. – Dijo Miguel temblando bajo sus mantas.

-Sí… Estoy por levantarme y buscar alguna manta más. – Dijo Mario con una voz temblorosa. – José, pásame la linterna.

José pasó la linterna a Mario y éste se levantó de la cama, abrió el armario y sacó un par más de mantas, las últimas que quedaban, lanzándolas a las camas. El chico se dio media vuelta, cerró las puertas del armario y se dispuso a meterse de nuevo en la cama.

De repente, se oyó un sonido en el salón, como el sonido de un cristal al ser rasgado por algo metálico, cortante. Con una mirada de preocupación, los tres adolescentes se miraron y se levantaron de las camas. José cogió su flauta, que había dejado junto con su cartera en el suelo, mientras que Mario y Miguel cogieron un cuchillo cada uno. Con pasos silenciosos se dirigieron a la habitación principal, de donde provenía el ruido.

-¿Os acordasteis de poner el pentagrama en el tech…?

Las palabras de José cesaron de repente, la mirada del chico se centró en la ventana que había junto a la puerta de la entrada. El frío había hecho que se congelase la parte externa del cristal, mientras que por la parte interna se dibujaban líneas en el cristal, rasgadas, de las que brotaba sangre. Cuando el enrevesado símbolo terminó de trazarse, la parte del cristal en la que estaba dibujado fue dejando entrar a la sala a una figura humana, un hombre totalmente desnudo con la misma marca tatuada en el pecho, que cayó de rodillas al suelo frente a los chicos.

-¡Despertad, joder! – Gritó Mario al ver que sus compañeros parecían estar hipnotizados.

Al sonido del grito, los dos chicos volvieron en sí. Mario y Miguel cortaron la palma de sus manos derechas, arrancando las vendas que cubrían sus heridas, y trazaron rápidamente entre los dos la línea exterior que había desaparecido del pentagrama que había en una esquina de la sala, mientras José comenzó a tocar una melodía con su flauta.

-¿¡Cómo es posible que haya aparecido un demonio mayor sin más!? – Gritó Miguel mientras trazaba un Kali Yuga en la palma de su mano izquierda, a la vez que Mario, que estaba a su lado.

La melodía que el pequeño instrumento de viento emitía parecía tener un cierto eco, una dimensión auditiva perfectamente distinguible del sonido normal y característico de ese instrumento, algo que resonaba dentro de las cabezas de los chicos y hacía que los cortes en su piel quemasen como si de fuego se tratase, pero al parecer éstos estaban acostumbrados.

El demonio que había frente a ellos comenzó a mostrar un pequeño sangrado en cada una de las cavidades de su cuerpo (oídos, nariz, ojos…), lo que pareció enfurecerlo y hacerlo abalanzarse sobre José. Antes de que éste pudiese llegar a tocar al chico, un minion apareció entre los dos cuerpos, frenando la palma de la mano del hombre que, al tocar la oscura figura, la congeló instantáneamente. Ese tiempo fue suficiente para que José se lanzase al suelo y se metiese dentro del Kali Yuga, chocando su mano contra la de Mario, como si de un juego de niños se tratase.

-¡Mi turno! – Gritó éste mientras corría hacia su oponente. - ¡Valac!

Tras ese segundo grito, una serpiente comenzó a salir de la palma de su mano izquierda, rodeando al demonio. El reptil quedó congelado al tocar la mano de éste, y se rompió en mil pedazos. Mario volvió a llamar a su siervo, ésta vez apretando con fuerza su puño y dejando caer una gota de sangre al suelo.

-¡Álzate, Valac! – Gritó.

De la minúscula gota de sangre surgió una enorme figura masculina, con un pelo largo y negro y un vestido de aristócrata, que golpeó el pecho del otro demonio. Éste respondió al ataque agarrándolo del cuello y dejando ver cómo una enorme formación de hielo atravesaba su cuello. Mario hizo una mueca de dolor y se llevó las manos al cuello. Con una mirada de odio, el demonio fijó sus ojos sobre el chico y soltó el cuerpo de Valac, cuya herida fue sanando lentamente.

-¡Avachiel! – Gritó Miguel saliendo del Kali Yuga.

Por la habitación comenzaron a moverse cuatro sombras, que se dirigieron directamente hacia aquel hombre, uniéndose a su cuerpo y haciéndolo caer de rodillas al suelo. Las sombras salieron del cuerpo como un vapor, que se esfumaba por su boca, tras el cual se dibujó un pentagrama en su hombro, haciendo que el cuerpo saliese disparado hacia atrás y golpeándose contra la pared, como si de un cañonazo se tratase.

-¡Una vez más, Avachiel! – Volvió a gritar Miguel Ángel.

Las 4 sombras volvieron a aparecer en el cuarto, y volvieron a dirigirse hacia el demonio, quien se incorporó y, rápidamente, deslizó su mano sobre las figuras, eliminándolas. Por su espalda saltó Valac, ya totalmente recuperado, que lo abrazó, transformando sus brazos en dos enormes serpientes que empezaron a comprimir el cuerpo de su oponente.

Desde la posición en que estaban los chicos ninguno podía ver la situación de José, quien había hecho un corte a lo ancho de su pecho, manchándose la mano totalmente de sangre e introduciéndola, como por arte de magia, dentro de su pequeña flauta, sacando de ella una sombra negra que partió en dos trozos y volvió a introducir en el instrumento.

Rápidamente, con la sangre de su mano, corrió hacia el demonio y trazó un Kali Yuga bastante rudimento a su alrededor, mientras Valac intentaba eliminarlo por la opresión de sus órganos vitales.

-¡No! – Gritó Miguel intentando parar a José. - ¡Para!

Pero ya era demasiado tarde, la última línea de la figura había sido trazada, haciendo que Valac se esfumase como un vapor, y el demonio se viese obligado, como por una fuerza superior a él, a arrodillarse ante José.

-Yo… Soy Decarab, el señor del hielo, a tu servicio. – Susurró el hombre. – Por favor, indícame dónde deberé permanecer. Estoy obligado a sugerir que sea en una de tus manos, ya que debo permanecer donde esté tu alma.

-Mi alma está en la flauta. – Dijo José poniéndola frente al demonio. – Entra, ahora.

La seriedad del chico se ganó una mirada de desprecio del demonio, quien, contra su voluntad, se introdujo en el instrumento.

-¿¡Te das cuenta de lo que acabas de hacer!? – Gritó Miguel. - ¡Acabas de condenarte, para siempre! ¿¡Cómo pretendes ahora poder tener una vida más allá de ésta!?

-Sigo teniendo acceso a una vida más allá de ésta, aunque sin mis recuerdos y como demonio, ¿Cuál es el problema? Ha sido mi decisión.

Mario miró a su amigo con desprecio y se marchó a la habitación junto con Miguel, ignorando sus palabras. José se quedó sentado en el salón, observando su flauta, la cual empezó a tocar suavemente, y observó cómo el aire de la sala comenzaba a volverse frío.

1 comentario:

  1. Ese frío lo pasé yo ayer. Las mantas no hacían nada XDDD
    "con un pelo largo y negro y un vestido de aristócrata" Me gusta jejeje.

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